-Hace calor ¿no te parece?- dijo una silueta borrosa que el niño desfallecido a medio camino apenas notó, -¿no tienes sed?- preguntó el extraño, tomando la cubeta de agua junto al joven, dio un sorbo que a ojos del moribundo infante pareció durar eternamente, y con su boca aún chorreando ofreció al niño el agua; este le miró con miedo, era un chico listo, su madre le enseñó a contar, y el capataz que no importa cuan grande sea tu cerebro, si tu piel es oscura, beberse el agua para el baño de la señora era una mala idea.
-¡Vaya!, ignoraba que un látigo fuera mas doloroso que la sed, verás pequeño, no me gusta repetirme, ¿quieres un poco de agua?-: dijo la silueta ofreciendo el cubo, sin embargo el infante se negó, -inconcebible- espetó el extraño para luego vaciar la cubeta sobre el cuerpo moribundo del pequeño miserable, este le miró con ojos llorosos, intentando advertir a quien debía el suave alivio que sentía en ese momento, la niebla se desdibujó de la figura dejando ver un rostro moreno, de nariz aguileña y abundante barba, una cara con una sonrisa cálida, como si se tratase de un ángel, salvo que debía tratarse de uno caído, pues con su gentil rostro llamó al capataz y dijo: -Lo vi bebiendo del balde y cayó cuando me notó, ¿quizá unos veinte azotes le enseñaran?-
La luna se filtró por la pequeña ventana del calabozo, el chico se hallaba en un rincón, cubierto de su propia sangre, en silencio total, -¿te resistes a llorar?, eso está bien, las personas sin un poco de rebeldía en sus corazones, no merecen las libertades, y tu te niegas a ofrecer tus lágrimas a tus captores, ¿estaba buena el agua que te di?- sin notarlo, el extraño estaba frente a la puerta de su celda, todavía tenía esa sonrisilla infantil, pero el joven era listo, no perdonaría ni confiaría en ese hombre.
-¿Sabías que madame Eleanor se puso como loca al no poder bañarse antes de que el párroco Jameson llegara?, estuvo toda la tarde molestando a su marido, regañándole por comprar una plantación tan lejos del río, por dejarle sólo a los niños idiotas para sus labores personales, que de qué servía mandar a los fuertes a cosechar si ella no podía mantenerse presentable, que su madre tenía razón al oponerse al matrimonio, que su vida era un infierno ya que hasta un pequeño imbécil se daba un baño mientras su ama no era capaz, fue bastante divertido, en especial porque moría de vergüenza mientras el sacerdote la desvestía, debiste estar ahí.
-¿quién eres?, preguntó el muchacho, -Por ahora me llaman Jameson, un placer y todo eso-: contestó el aparente religioso, -te extendería mi mano pero tus cadenas no te dejaría estrecharla, ese tipo de cosas suelen ofenderme, y créeme, tu no quieres ofenderme-
-¿por qué no?, por ti me azotaron y me dejaron pudrirme aquí-gritó el muchacho con ira,
-lo se, lo se, pero realmente me molestó que rechazaras el agua que amablemente te ofrecí, sin embargo, no es mejor ser azotado por los hombres al beber un poco de agua, que por el sol mientras desfalleces, cómo te llamas?- preguntó el extraño mientras entraba en la celda y se ponía cerca del chico
-No tengo nombre-
-Eso es una mentira, todos los hombres libres tienen un nombre-
-¡¿te parezco libre malnacido?!-
-¿Con esa boca besas a tu madre?, probablemente no, ella debe estar muerta, ¿crees que el señor de la casa se coja los cadáveres de sus esclavas muertas, a mi me parece ese tipo de hombre.. ¿uh?- el extraño no alcanzó a terminar la frase, el muchacho se abalanzó sobre él y le golpeo el pecho con un maltrecho pincho improvisado que planeaba usar cuando el capataz volviera, en un instante sólo hubo silencio, su madre le enseñó que matar era algo malo, pero los hombres malos la mataron a ella frente a sus ojos, él ya no era mejor que ellos,...
-chico, no está mal, pero debiste buscar las llaves de la cadena y huir, si no hubiera matado a casi todos estarías en problemas- dijo el extraño
-¿no te maté?
-de hecho, lo hiciste, tienes mucha puntería para ser un mocoso, incluso podrías ser doctor, perforaste mi negro corazoncito-
El niño estaba demasiado agotado para responder, simplemente se limito a lanzar una mirada cansada a su interlocutor
-calma mocoso, no voy a hacerte daño, quería comprobar si realmente querías ser libre, y mírate, lleno heridas, cubierto de sangre y mierda, con un cuerpo pequeño y endeble, te lanzaste sin miedo a alguien mas grande, mejor alimentado (y guapo), si, le darías por culo a quien sea- el resucitado sonrió, y extendió su mano al niño, -vamos Lucien, tienes un mundo por ganar y nada que perder-
y consternado, el muchacho estrechó la mano del forastero, lo único que supo, fue que todo lo demás ardía.